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Amancio Amaro Varela

Un brujo es por definición un encantador, un mago, es una persona que tiene dotes sobrenaturales. Amancio Amara Varela se ganó ese mote desde muy pequeño cuando se hacía futbolista en la canchas de Galicia, más exactamente en el campo de Riazor con el Deportivo La Coruña. A pesar de ser un adolecente de 17 años ya era un prospecto importante del fútbol español.

Al poco tiempo se convirtió en figura, marcó 25 goles en 26 partidos, fue Pichichi de la Segunda División y con sus goles ayudó al Depor para que volviera a Primera. Los grandes sin dudarlo tocaron la puerta del equipo coruñés, el Barcelona era uno de los más interesados, el equipo culé había fichado años atrás a Luis Suárez (otro gran jugador gallego) y buscaba a su suplente, pero el joven Amancio fue seducido por el otro grande de España, el Real Madrid.

Cuenta la historia que la junta directiva del Real Madrid no quería ficharlo, nadie excepto el presidente Santiago Bernabéu aprobó su llegada. El problema era su alto costo pues la carta valía 12 millones de pesetas, una cantidad exorbitante en esos tiempos pero Don Santiago estaba tan seguro de su éxito que obligó a que un directivo (Muñoz Lusarreta) para que financiara su fichaje, el más caro en la historia del club.

Después de las cinco Copas de Europa (56-60), el Real Madrid se encontraba en un época de transición y reestructuración. Sólo algunos de aquel equipo legendario se mantenían pero esos pocos eran unos fenómenos como Alfredo Di Stefano, Ferenc Puskas y Paco Gento, tres leyendas del club y del fútbol mundial. Entre todos ellos destacó Amancio.

El fútbol era su obsesión y desde que recibió una pelota de regalo el día de reyes no la volvió a soltar. Era habilidoso hasta el punto de desesperar a los rivales, le gustaba regatear y lo hacía como el mejor. Un orfebre del balón. Su primer toque era sublime y desde que recibía ya se enfila al marco.

En su primera temporada Amancio no defraudó y anotó catorce goles en 28 encuentros. Al año siguiente continuó brillando, ganó un título con club y otro con selección, la Liga y la Eurocopa de 1964. En ese momento ya era uno de los mejores jugadores del mundo, tanto así que acabó tercero en las votaciones para Balón de Oro de ese año, solo por detrás de Dennis Law y Luis Suárez, su compañero de selección.

Dos años después llegaría hasta la final de la Champions o mejor dicho la Copa de Clubes Campeones de Europa (como antes era conocida), su rival fue el fuerte equipo del Partizan de Belgrado que se adelantó en el marcador pero el ‘Brujo’ comandó la remontada blanca con un golazo para empatar el partido al minuto ‘22. Fueron dos quiebres maravillosos con túnel incluido antes de una buena definición en el área contra el portero. Un gol que resume a la perfección el estilo de juego que tenía Amancio, gambeteador, rápido, con mucho coraje y orgullo. Un jugador que necesitaba pisar el área con balón dominado, un crack que resolvía él solo los partidos. Un hombre que no le daba miedo encarar a dos rivales o recibir una patada artera.

Era tanto el descontrol que generaba ante las defensas rivales que la única manera que tenían para detenerlo era con patadas. Dos de ellas estuvieron a punto de terminar con su carrera, sobretodo la última de Pedro Fernández, jugador de Granada en 1974. El paraguayo le rompió el cuádriceps con una entrada que los médicos compararon con la cornada de un toro, necesitó 150 puntos de sutura y una intervención quirúrgica. Una entrada totalmente artera y brutal, Amancio tenía 34 años y ya no fue el mismo.

La estancia del ‘Brujo’ con el Real Madrid se extendió hasta 1977 tras haber conquistado 9 ligas, 3 Copas del Rey y 1 Copa de Europa más dos ‘Pichichi’. Un año antes de retirarse el club le organizó su partido homenaje, algo al alcance de muy pocos jugadores. Catorce años en Chamartín como jugador no fueron suficientes para él y le siguió una breve etapa como técnico.

Inmediatamente después de colgar los botines Amancio se hizo cargo de los juveniles, seis años después en 1982 subiría de rango para tomar al Castilla en donde encontró una camada de jugadores brillantes y que marcaron época. La ‘Quinta del Buitre’ se forjó bajo su mando. Ese equipo se convirtió en un fenómeno social, simplemente en un partido llegaron a meter 80 mil personas al Santiago Bernabéu, algo sin precedentes para un equipo filial. En la temporada 84-85 la directiva apostó por él como técnico de la primera plantilla pero su mandato fue fugaz y ni siquiera pudo terminar la temporada.

Nunca más quiso dirigir, fue ahí mismo cuando terminó su corta carrera como entrenador. Su gran legado fue como futbolista y más allá de sus trece títulos, fue su pasión por el deportes, son sus dribles y regates los que enamoraron a la afición madridista.

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